Quiero empezar este artículo haciendo un pequeño resumen del último artículo que compartimos con ustedes “Como es afuera es adentro: Microbiota, nuestro ecosistema personal”.  De esta manera será mucho más sencillo entender la increíble conexión que se está encontrando entre el microbioma del suelo y el nuestro. De todas maneras, les recomiendo leer el artículo, si aún no pudieron hacerlo.

Se denomina microbiota al conjunto de microorganismos que viven en y dentro nuestro y microbioma a ellos y su material genético. La microbiota está compuesta por bacterias, levaduras, arqueas, hongos, protozoarios, incluso virus. El 90% de estos microorganimos se encuentran en nuestro intestino (sobre todo grueso), donde encontramos al menos 500 especies. En nuestro organismo, existen al menos el doble de células microbianas que humanas y tenemos 100 veces más genes provenientes de microorganismos que genes humanos. ¡Es decir, somos más microorganismos que humano!

Conforman su propio ecosistema, pero no por eso es aislado. Tenemos una relación íntima y codependiente con ellos, es imposible entendernos a nosotros mismos sin entenderlos a ellos. Sin ellos, nuestra vida es inviable. Hasta el momento se ha identificado que la microbiota está íntimamente relacionada a nuestra salud digestiva, inmunológica y, mental y emocional. Además, sintetizan varias vitaminas y minerales, nos protegen contra microrganismos patógenos, y juegan un rol importante en nuestro proceso de adaptación a nuestro entorno. ¡O sea, vivan los microorganismos!

Por supuesto, como todo en nuestro planeta, nada es lineal, ellos nos ofrecen esas maravillas a cambio de que los cuidemos y les brindemos el espacio de protección, cuidado y alimento que necesitan. Esta relación simbiótica sufre, cuando una de las partes incumple su rol. Nuestros cambios en estilo de vida y hábitos en los últimos 100 años están mostrando un impacto negativo en la diversidad y funciones de nuestro microbioma, lo que está conllevando un incremento de síntomas y enfermedades en los seres humanos.

¿Qué es y cómo está compuesto el microbioma del suelo?

El microbioma del suelo es el conjunto de billones de microorganismos dentro del suelo y sus genes. Sobre todo, existen bacterias, hongos, nematodos, amebas y arqueas. Existen múltiples capas en el suelo, pero los microorganismos se concentran en la denominada capa vegetal que se encuentra, aproximadamente, dentro de los primeros 15 cm de profundidad. En una cucharilla de capa vegetal, se puede encontrar alrededor de 50 billones de microorganismos (G. Herbs, 2020).

Al igual que en el caso nuestro, el microbioma del suelo no es el mismo en todo el mundo, existen diversos tipos de suelos donde pocas son las especies de microorganismos que se repiten. Es decir, también podemos encontrar la gran diversidad microbiana que hace cada suelo, prácticamente único. Mientras mayor es la biodiversidad del suelo, más resiliente es, similar a nuestro caso, donde la diversidad de nuestra microbiota es clave para su buen funcionamiento (Agriculture and Food Development Authority, 2020).

Figura 1: Ilustración de la microbiota del suelo

¿Por qué es importante un microbioma del suelo saludable?

Mejor salud y mayores nutrientes en las plantas

 

El microbioma del suelo se alimenta de lo que exudan las raíces de las plantas, como azúcares, aminoácidos y ácidos orgánicos. A su vez, estos microorganismos son capaces de producir los nutrientes que necesita la planta como nitrógeno, potasio y fósforo, y otros micronutrientes como zinc, magnesio, hierro y cobre (G. Herbs, 2020), a través de los procesos de descomposición y mineralización. Además, un microbioma del suelo saludable está vinculado a una mayor resistencia de las plantas a herbívoros, insectos, infecciones bacterianas y virales. (D. Schlatter, L. Kindel, L. Thomashow, D. Weller y T Paulitz; 2017) (H, Hirt; 2020)

Esta relación se lleva a cabo en la rizósfera, que es en sí un ecosistema conformado por planta, específicamente la raíz, el suelo y los microorganismos. La rizósfera es conocida como el segundo genoma de la planta (por la gran cantidad de genes de los microorganismos presentes), algo similar a lo que sucede con nuestro intestino, denominado segundo cerebro (INTAGRI; 2017).

Además, un suelo con mayor biomasa microbiana saludable significa mayores nutrientes en las plantas. Un estudio llevado a cabo por el Rodale Institute, mostró que la avena, pimientos, tomates y zanahorias cultivadas en suelos sanos, contenían de 18 a 36% más minerales y antioxidantes que aquellos cultivados con agricultura convencional con suelos menos fértiles (M. Behar; 2020).

Transmisión de microbios a humanos

 

Desde que somos pequeños/as estamos en contacto con el suelo. Lo probamos, lo inhalamos, tomamos agua que ha paso por el suelo. Además, consumimos plantas que han crecido en el suelo y la microbiota del suelo que viene en ella.

Investigaciones muestran que los niños/as que tienen un mayor contacto con ambientes menos higiénicos, como espacios al aire libre y granjas, son menos susceptibles a desarrollar enfermedades autoinmunes. Esto está apoyado por la “hipótesis de la higiene” que plantea que ambientes con mayor diversidad microbiana protege contra alergias y desórdenes autoinmunes. Incluso se plantea que el contacto con microorganismos no sólo comensales, sino también patógenos, potencialmente contribuyen a la tolerancia inmune al estimular los caminos inmunoregulatorios (W. Blum, S. Zechmeister-Boltenstern y K. Keiblinger; 2019).

Secuestro del dióxido de carbono

 

El Programa de Investigación Climática Mundial, en julio de 2020, proyectó que el CO2 en la atmósfera, si continúa con la tendencia actual, duplicaría la cantidad de CO2 de la época preindustrial para el 2060. Esto consecuentemente llevaría a la temperatura del planeta a un incremento de entre 2.6 a 3.9 C°. Este nivel de temperatura es simplemente incompatible con la vida tal cual la conocemos actualmente (J. Moyer, A. Smith, Y. Rui y J. Hayden; 2020).

Es por tal motivo, que debemos buscar alternativas para reducir considerablemente la cantidad de este gas en nuestra atmósfera. Una alternativa que promete mucho, es el secuestro de carbono en el suelo. Globalmente, la materia orgánica del suelo contiene 3 a 4 veces más carbono que la atmósfera y la vegetación terrestre. Por lo tanto, incluso cambios pequeños en el incremento del carbono en el suelo, pueden llevar a grandes cambios en la reducción de la concentración del dióxido de carbono en la atmósfera.

Durante el proceso de fotosíntesis, las plantas transforman el CO2 que absorben en azúcar. Esta azúcar llega hasta las raíces de las plantas y alimentan a los microorganismos que existen en la rizósfera, los cuales, al descomponer estos compontes orgánicos, generan nutrientes que alimentan a las plantas. Este proceso permite una biomasa (conjunto de organismos vivos) y una necromasa (conjunto de organismos muertos) microbianas cada vez mayores, las cuales están compuestas en gran medida por carbono. Las investigaciones han mostrado que la necromasa microbiana genera mayor estabilidad del carbono en el suelo (J. Moyer, A. Smith, Y. Rui y J. Hayden; 2020).

Además, la materia orgánica vegetal en el suelo, no totalmente descompuesta, también contiene gran cantidad de carbono. En este sentido, se necesitan enfoques y estrategias de trabajo de la tierra que permitan mayor biodiversidad y material orgánico en el suelo. La agricultura regenerativa es una gran alternativa, ya que es un conjunto de principios de cultivo que rehabilita todo el ecosistema y potencia los recursos naturales. Su foco es precisamente el secuestro de carbono en el suelo, permitiendo que se secuestre mucho más carbono del que se elimina a partir de la respiración de los microorganismos.

Purificación del agua

 

Una adecuada biodiversidad del suelo, mejora su estructura y la infiltración y la percolación del agua en dicho suelo. Esto a su vez, mejora la capacidad del suelo para filtrar y eliminar contaminantes y patógenos. Esto mejora la calidad del agua que los seres humanos consumimos, lo que minimiza el contacto de nuestra microbiota con microorganismos patógenos, y en general con posibles toxinas, sobre todo, cuando no se cuenta con sistemas de saneamiento adecuados (W. Blum, S. Zechmeister-Boltenstern y K. Keiblinger; 2019).

Los cambios en el microbioma del suelo y el nuestro en los últimos 100 años

La microbiota intestinal de los humanos sólo se ve afectada por aspectos genéticos en un 8%, por lo tanto la composición de esta microbiota está determinada por factores del entorno como estilo de vida y dieta. Es decir que el contacto del ser humano con el suelo (y por ende su microbiota) y lo vinculado a éste (plantas que comemos, agua que tomamos, práctica de jardinería, el cultivo de plantas y cría de animales, entre otros) tiene un gran impacto en la composición y funcionamiento de la microbiota humana (W. Blum, S. Zechmeister-Boltenstern y K. Keiblinger; 2019) y su relación con nuestra salud (ver figura 2).

Figura 2: Los efectos directos e indirectos del microbioma del suelo en el microbioma humano (H, Hirt; 2020, pag 3)

Existen funcionalidades y estructuras similares entre el microbioma intestinal humano y el microbioma del suelo: a) El intestino y la rizósfera son sistemas abiertos con amplias superficies sobrepopuladas por microorganismos, b) ambas tienen una forma definida por el genotipo y la edad, c) ambas protegen contra patógenos y modulan el sistema inmunológico, d) ambas son ambientes ricos en nutrientes y siguen ciclos circadianos, e) ambas son consideradas superorganismos que se encuentran en y dentro sus anfitriones, y son de absoluta importancia para la salud y bienestar de los mismos (W. Blum, S. Zechmeister-Boltenstern y K. Keiblinger; 2019).

Es claro entonces que lo que pasa con el microbioma del suelo, tendrá un impacto en el microbioma humana. En los últimos 100 años, nuestra relación con el suelo ha cambiado considerablemente, así como la forma de trabajar la tierra. De igual manera, nuestro estilo de vida y nuestros hábitos alimenticios se modificaron drásticamente. Lamentablemente, todos estos cambios, en su mayoría se dieron en detrimento de la diversidad y calidad del microbioma humano y del suelo, y por lo tanto de nuestra salud y la del planeta.

Los sistemas de producción agrícola convencionales actuales son, sobre todo, monocultivos a gran escala que requieren una alta utilización de fertilizantes, herbicidas y pesticidas para tener un mayor rendimiento. Estos métodos, tienen un impacto negativo en la biodiversidad microbiana con su consecuente pérdida de calidad de los suelos, de los cultivos y toda la vida vinculada a ellas. Los procesos de pérdida de suelos saludables (como degradación, erosión, pérdida de biodiversidad en el suelo, entre otros) se están dando a un ritmo tal, que superan en 50 veces, el proceso de formación natural del suelo. Se estima que, si se persiste con las prácticas agrícolas convencionales, la mayoría de la capa vegetal del mundo se perderá en 60 años (R. Jacoby).

Por otor lado, la industria ganadera convencional, utiliza gran cantidad de hormonas y antibióticos para fomentar un mayor crecimiento de los animales y para prevenir y curar enfermedades cada vez mayores por la situación en la que se crían dichos animales (H, Hirt; 2020).

Los humanos consumimos las plantas y los animales cultivados y criados por estas industrias, lo que incuestionablemente resultan en un daño a nuestra microbiota, además de otros impactos negativos directos e indirectos en nuestra salud.

También hay varios estudios que muestran una reducción de la cantidad de nutrientes en las plantas producidas actualmente en relación a las cultivadas en 1950. Un estudio reporta que el zinc en vegetales ha disminuido en 59%, el magnesio en 26% y el hierro en 83%. Un análisis similar que examinó 43 cultivos, encontró que la proteína, calcio, fósforo, hierro, vitaminas B2 y C han mermado considerablemente (M. Behar; 2020). Esto significa, que comer más vegetales ya no es suficiente para estar saludable, nuestros suelos y por lo tantos nuestras plantas cada vez son menos nutritivas, llevando a que se vean mayores deficiencias nutricionales.

Por otro lado, los humanos hemos modificado nuestra dieta drásticamente, somos una sociedad que consume sobre todo productos alimenticios ultraprocesados cargados de harinas y azúcares refinadas, de grasas trans y otros miles de aditivos. Esto ha ido acompañado de un alejamiento de la comida real llena de fibra, nutrientes y colores, que son el principal alimento de nuestra microbiota.

Además, nos hemos desvinculado considerablemente de la tierra, las plantas y los animales, y nos hemos refugiado, cada vez más en espacios más estériles. Asimismo, el uso de productos de limpieza que pretenden eliminar el 99.9% de los microrganismos de todas las superficies y el uso indiscriminado e incorrecto de antibióticos han ido en ascenso. Todo esto tiene un impacto negativo en el balance de nuestra microbiota.

El incremento alarmante de las enfermedades no transmisibles, la pérdida de biodiversidad, el cambio climático, la deforestación, lo están demostrando cada día, hay una clara tendencia del ser humano de alienación de quienes somos, de nuestras raíces.  Esto se refleja en nuestras decisiones cotidianas que estructuran nuestro estilo de vida y que van reconfigurando nuestros hábitos. Pero además se manifiesta en las decisiones más estratégicas y macro vinculadas a factores sociales, económicos y políticos, con un enorme impacto en los sistemas alimentarios y el medio ambiente. Todo esto se traduce y evidencia en dos ejemplos concretos y absolutamente interconectados, el daño al microbioma del suelo y al microbioma humano.

Aún hay mucho que se puede hacer, pero debemos darnos prisa. Volvamos a lo básico, entendamos cómo funciona el suelo, qué necesita para estar sano. Esto nos permitirá retomar y recrear sistemas agrícolas y ganaderos que impulsen la restauración de nuestros ecosistemas y de la biodiversidad que vive sobre y debajo la tierra. Reconectémonos con nosotros/as, con quiénes somos, de dónde venimos y que nos hace bien. Esto nos permitirá cuestionar nuestros hábitos y nuestras prioridades y plantearnos nuevas formas de vivir.

Bibliografía:

Agriculture and Food Development Authority; 2020. The soil microbiome and soil health. Teagasc

D. Schlatter, L. Kindel, L. Thomashow, D. Weller y T Paulitz; 2017. Disease suppressive soils: new insights from the soil microbiome. Phitopathology review. 107:1284-1297

G. Herbs; 2020. The Soil Microbiome: What It Is, Why It Matters & How Healthy Soil Can Help Save The World

H, Hirt; 2020. Healthy soils for healthy plants for healthy humans. How beneficial microbes in the soil, food and gut are interconnected and how agriculture can contribute to human health. EMBO reports.

INTAGRI; 2017. La Rizósfera de los Cultivos: la Clave Oculta para el Rendimiento Sostenible de la Agricultura. Serie Suelos Núm. 32. Artículos Técnicos de INTAGRI. México. 3 p.

J. Moyer, A. Smith, Y. Rui y J. Hayden; 2020. Renegerative agriculture and the soil carbon solution. Rodale institute

M. Behar; 2020. Soil health means better human health. New research suggests soil health may have a surprising influence on your food.

R. Jacoby. The importance of soil health and how microbes can contribute to improved farming systems. Botanical Institute, University of Cologne

W. Blum, S. Zechmeister-Boltenstern y K. Keiblinger; 2019. Does Soil Contribute to the Human Gut Microbiome? Institute of Soil Research, Department of Forest and Soil Sciences, University of Natural Resources and Life Sciences Vienna (BOKU), Peter Jordan-Straße 82, 1190 Vienna, Austria