He tenido un gran conflicto interno al sentarme a escribir este artículo sobre el estrés. Desde hace un tiempo estoy teniendo sentimientos encontrados con algunas “verdades” incuestionables, que se están tambaleando en mi mente y de las que cada vez dudo más. Una de ellas es el concepto que tenía sobre el estrés. Si tienes más de 18 años, estoy segura de que has escuchado hablar de él y, por lo menos alguna noción tienes de que puede ser nocivo para tu salud. Y claro, el estrés tiene muy mala prensa, normalmente escuchamos que enferma, que aumenta el riesgo de todo, desde resfríos hasta afecciones cardiacas, pasando por trastornos mentales y mucho más.

Mi pregunta es ¿Qué sientes al enterarte de todo el daño que le genera el estrés a tu salud? ¿Te motiva a cuidarte más, o te abruma y te deprime? A mí, la verdad es que ¡Me abruma! ¡Me genera estrés! Creo que hablar del estrés es esencial pero la forma en la que normalmente se hace no ayuda, por lo menos no a mí. Centrarse en el miedo no es una buena estrategia para lograr lo que se quiere: que la gente se involucre en su autocuidado para tener una vida más sana y feliz.

Nuestro concepto del estrés, y no el estrés por sí mismo, afecta nuestra salud física, mental y emocional. La mejor manera de gestionarlo, no es necesariamente reducirlo o evitarlo, sino aceptarlo y reconsiderarlo. Por eso, quiero enfocar este artículo en contarte todo lo positivo que trae el estrés a tu vida, que puede ser tu aliado y que la mala prensa que tiene no es del todo merecida. A ver si logramos resignificarlo.

¿Qué es el estrés?

Incluso es complicado definir qué es estrés ya que se ha vuelto una palabra muy general que usamos para referirnos a todo lo que está mal, a todo lo que no queremos o nos incomoda experimentar. Usamos la palabra estrés para describir algo que nos pasa (pensamientos, emociones y respuestas físicas) y también para describir los problemas que enfrentamos. La usamos para referirnos a problemas triviales, pero también para describir estados más serios, como depresión o ansiedad.

Estrés puede entonces abarcar desde el malestar que nos genera el tráfico, la frustración de que se retrase un proyecto, el malestar al escuchar las noticias, hasta el profundo dolor que nos genera la pérdida de un ser querido. Decimos que estamos estresad@s cuando nos sentimos ansios@s, ocupad@s, frustrad@s, con miedo o bajo presión. Una única definición de estrés no podría abarcar todo esto a lo que nos referimos cuando hablamos de estrés.

“A menudo la palabra estrés se usa para pasar por alto los detalles de un estudio y para no distinguir entre los efectos del abuso y el trauma y los derivados de las dificultades de todos los días. Esto resulta en demasiado e innecesario estrés sobre el estrés” (McGONIGAL, Kelly). Esta misma autora propone una definición que me parece muy interesante “estrés es lo que surge cuando está en juego algo que te importa”. Esta definición incluye no sólo los pensamientos, emociones y reacciones físicas que ocurren ante una situación potencialmente estresante, también abarca cómo decidimos encarar situaciones que percibimos como estresantes. Y, como vamos a ver, nuestras creencias juegan un rol esencial en cómo vivimos el estrés.

¿Qué pasa en el cuerpo cuando experimentamos estrés?

Cuando experimentamos estrés, entre otras reacciones, el cuerpo libera cortisol (conocida como la hormona del estrés). El cortisol ayuda a convertir el azúcar y la grasa en energía y mejora nuestra capacidad para usarla, permite una mayor vasodilatación y, por lo tanto, más bombeo de sangre. Además, reduce los efectos inflamatorios que nos podría provocar una lesión. Nos volvemos, momentáneamente, más capaces de afrontar cualquier peligro.

“El cortisol no viene solo. Trabaja junto a otro neurotransmisor que tiene efectos contrarios a los que posee: la dehidroepiandrosterona (DHEA). De hecho, funcionan como antagonistas… Entre las dos, pueden ejercer un control sobre el cuerpo muy potente, por lo que el equilibro entre ellas es fundamental para nuestra salud” (BARRIONUEVO, Edgar y MORENO, David). La DHEA, que a su vez es precursora de otras hormonas como la testosterona y el estrógeno, contrarresta los efectos del cortisol. “Esto significa que la preocupación y las cavilaciones ansiosas subyacentes y las anticipaciones negativas, que caracterizan el rasgo de ansiedad, fueron menos importantes en sujetos que aumentaron los niveles plasmáticos de DHEA”[i]. La DHEA le ayuda al cuerpo a ser resiliente ante experiencias estresantes[ii].

Y ojo, esta no es una cuestión de buenos y malos. Ambas hormonas cumplen roles importantes, tod@s necesitamos tanto de la DHEA como del cortisol, sin embargo, el equilibrio en la proporción entre ambas puede influir en las consecuencias del estrés a largo plazo, en especial si es crónico. “Un alto nivel de cortisol se asocia con malos resultados, como problemas con la función inmunológica y depresión. En contraste, un alto nivel de DHEA se ha vinculado con un reducido riesgo de ansiedad, depresión, afecciones cardiacas, neurodegeneración y otras enfermedades que suelen relacionarse con el estrés. La proporción de DHEA respecto al cortisol se llama índice de crecimiento de una respuesta al estrés. Un alto índice de crecimiento —lo que significa más DHEA— ayuda a la gente a prosperar bajo tensión” (McGONIGAL, Kelly).

En otras palabras, la respuesta del cuerpo al estrés tiene dos caras, una que le provee energía y enfoque para hacerle frente a la situación y otra que contrarresta los posibles efectos deletéreos que pudieran generarse por estados de estrés sostenidos en el tiempo. El cuerpo lleva en sí mismo la respuesta resiliente a esta situación.

Pero ¿cómo podemos regular esta respuesta? ¿cómo podemos tener un alto índice de crecimiento de la respuesta al estrés? Al parecer las creencias con las que encaramos la situación definen el poder de nuestra respuesta.

Nuestras creencias definen nuestra realidad

Las creencias que tenemos crean nuestra realidad, condicionan nuestra manera de relacionarnos con el entorno, cómo entendemos la vida, sesgan nuestra manera de pensar, sentir, decidir y actuar. Gran parte de nuestras creencias nos acompañan desde que somos muy chiquit@s, las aprendemos de nuestros padres, maestr@s, amigos y amigas, del entorno y de nuestras propias experiencias.

Si, por ejemplo, crees que el dinero es muy importante en tu vida, seguramente tus acciones van a ir encaminadas a acumular riqueza. Destinarás tu tiempo a trabajar, posiblemente tu trabajo se antepondrá a cualquier otro aspecto de tu vida, y tu felicidad va a depender de tu cuenta bancaria. Si, por el contrario, crees que disfrutar de tiempo libre para estar con tu familia es lo que te hace feliz, tus decisiones van a estar orientadas a darte esos espacios para estar con tu familia. Por supuesto no estoy cuestionando cuál creencia es mejor, eso depende totalmente de ti. Lo que si te invito a cuestionar es si las creencias a través de las cuales interpretas la realidad te hacen feliz o no, y en el caso específico del estrés, te ayudan a gestionarlo o, por el contrario, -como en mi caso- te generan miedo y preocupación.

Algunas creencias potencian nuestras capacidades, nos abren posibilidades, pero hay otras que nos limitan. Las creencias son ideas, NO son necesariamente verdades, y pueden impactar tu vida y tu salud. “En un estudio recientemente publicado se observó que las personas de edad que tenían una percepción negativa de su propio envejecimiento encontraban más dificultades para enfrentar su discapacidad y vivían, en promedio, 7,5 años menos que las personas que tenían una actitud positiva sobre esa cuestión”[iii]. ¿Cómo es esto posible? ¿Hay alguna fuerza mágica en el pensamiento positivo? La respuesta es no, lo que probablemente influye en estos resultados son las conductas que presentan las personas con pensamiento positivo.

Las personas con creencias negativas sobre el envejecimiento tienden a considerar inevitable la mala salud, por lo que invierten menos tiempo y energía en conductas que impactan en su bienestar futuro, como hacer ejercicio con regularidad, cuidar su sueño, su alimentación, y seguir las recomendaciones médicas. Resulta que tu noción del estrés es también una de esas creencias básicas que afectan tu salud, felicidad y éxito. “Quienes creen que el estrés es útil se deprimen menos y están más satisfechos con su vida que quienes creen que es dañino; tienen más energía y menos problemas de salud; son más felices, más productivos en el trabajo y tienen una relación diferente con el estrés. Tienden a ver las situaciones estresantes como un reto, no como un problema abrumador. Asimismo, confían más en su aptitud para enfrentar esos retos y son más aptos para dotar de sentido las circunstancias difíciles” ( McGONIGAL, Kelly).

Juzgar útil el estrés impacta en la proporción de hormonas del estrés producidas por las glándulas adrenales, crea una realidad biológica diferente, literalmente puede alterar lo que ocurre en tu cuerpo.

Tus expectativas pueden alterar la respuesta de tu cuerpo.

Por más increíble que parezca, tus creencias no solo afectan tu comportamiento, también alteran la fisiología de tu cuerpo. Hay dos estudios muy interesantes que revelan el poder que tienen las expectativas sobre el cuerpo.

En este estudio[iv], los investigadores tenían la intención de determinar si la cognición afecta los niveles de glucosa en personas con diabetes tipo 2. Para ello, dividieron a los participantes en dos grupos, al primero le dieron de tomar una bebida etiquetada con la siguiente información nutricional: 0 calorías y 0gms de azúcar. Al segundo grupo le ofrecieron una bebida etiquetada con 124 calorías y 30gms de azúcar. Luego midieron los niveles de glucosa en sangre de ambos grupos. Como era de esperarse, el grupo 1, es decir el que consumió la bebida etiquetada con 0gms de azúcar, registró un menor incremento de glucosa en sangre.

Lo interesante de este estudio es que ¡ambos grupos consumieron la misma bebida!, que en realidad contenía 62 calorías y 15gms de azúcar. “Aunque las bebidas utilizadas en todas las sesiones del estudio contenían el mismo contenido de azúcar, los resultados mostraron que los perfiles de glucosa en sangre se alineaban más con lo que los participantes del estudio creían sobre el contenido de azúcar registrado en la etiqueta. Es decir, los valores de glucosa en sangre cambiaron de acuerdo con las expectativas de los participantes (contenido de azúcar bajo o alto) y no con la cantidad de azúcar que realmente consumieron… Las percepciones subjetivas de la ingesta de azúcar, incluso cuando son incorrectas, producen cambios bioquímicos medibles en el metabolismo diabético”.

En este otro estudio[v] se hizo algo similar. Los investigadores se propusieron estudiar si la saciedad fisiológica medida por la grelina (hormona del hambre) puede variar dependiendo de la mentalidad con la que la persona consume los alimentos. A dos grupos de personas se le ofrecieron licuados idénticos (de 380 calorías) pero con diferentes etiquetas, el primero con una etiqueta que señalaba que el batido contenía 620 calorías y el segundo etiquetado con 140 calorías.

Los resultados en los niveles de grelina fueron similares a los resultados en los niveles de glucosa del estudio anterior. Los participantes que consumieron la bebida etiquetada con más calorías mostraron una disminución más pronunciada de grelina después de consumir el batido que los que habían consumido el batido etiquetado con menos calorías. “La saciedad de los participantes era consistente con lo que creían que estaban consumiendo más que con el valor nutricional real de lo que consumían”.

Ambos estudios muestran que nuestras creencias o expectativas pueden alterar algo tan concreto como los niveles de hormonas que secreta el cuerpo. En otras palabras, el efecto que esperas es el que obtienes.

Juzgar que el estrés es dañino resulta en acciones para evitarlo, para intentar distraernos de sus causas, en vez de hacerles frente y atender el origen. La evitación puede incluso hacernos recurrir al alcohol u otras sustancias o adicciones para escapar del estrés. En cambio, considerarlo útil nos ayuda a “abrazarlo” proactivamente: aceptarlo, planificar estrategias para abordar su origen, buscar información, buscar ayuda, tomar acciones específicas para minimizar la fuente del estrés, incluso obtener provecho de la situación, usándola como una oportunidad para crecer. Cuando las dificultades se abordan haciéndoles frente (en lugar de evitarlas) se desarrollan recursos internos, aumenta nuestra seguridad al ver que tenemos la capacidad para gestionar las dificultades que se presentan y fortalecemos nuestra red de apoyo. La convicción de que el estrés es útil se vuelve una profecía autocumplida.

Más allá de la respuesta de lucha o huida

El estrés activa el Sistema Nervioso Simpático (SNS), nuestro mecanismo ancestral de supervivencia que pone al cuerpo en un estado que normalmente se conoce como de “lucha o huida”. De acuerdo a Wikipedia “la reacción de lucha o huida (también llamada reacción de lucha, huida o parálisis, hiperexcitación, o respuesta de estrés agudo) es una respuesta fisiológica ante la percepción de daño, ataque o amenaza a la supervivencia. Fue descrita inicialmente por Walter Bradford Cannon,​ indicando que los animales reaccionan con una descarga general del sistema nervioso simpático (SNS), preparándolos para luchar o escapar. Más específicamente, la médula adrenal produce una descarga de hormonas resultando en la secreción de catecolaminas. La reacción es reconocida como la primera etapa de un síndrome de adaptación general que regula las respuestas de estrés de vertebrados y otros organismos”[vi] .

Que la respuesta al estrés admitiera sólo dos estrategias de sobrevivencia sería realmente un desajuste para la vida moderna. La reacción al estrés sólo sería útil ante una crisis extrema, sin embargo, ante los retos que enfrentamos diariamente (como el tráfico o un impase con tu compañer@ de trabajo), la reacción al estrés sería una pérdida de energía, una reacción biológica que hay que controlar, una respuesta útil para nuestros ancestros, pero no para nosotros. Por suerte no es el caso.

Es importante destacar que gran parte de lo que oímos sobre los efectos del estrés se origina en estudios realizados con ratas en un laboratorio. Estos animalitos son sometidos a “temperaturas extremas, ejercicio extenuante, traumatismos y a la inyección de distintas drogas”[vii], experiencias que NO pueden compararse a la tensión diaria que experimentamos los seres humanos. Sin embargo, aun en circunstancias de sufrimiento extremo, el ser humano tiene la aptitud natural de buscar esperanza, ejercer su capacidad de decisión y encontrar significado en su sufrimiento (FRANKL, Viktor). En nuestra vida los efectos más comunes del estrés incluyen fortaleza, crecimiento y resiliencia.

El cuadro entero de la respuesta humana al estrés es mucho más complejo que “luchar o huir”. No hay una respuesta física única detonada por toda situación estresante. Luchar o huir no son las únicas estrategias que tu cuerpo tiene ante el estrés. Reacciones como la respuesta de desafío, o “atender y amistar” forman también parte del repertorio que tiene el cuerpo para responder ante situaciones desafiantes. Los cambios físicos de estas respuestas pueden variar y generar reacciones biológicas distintas, como incrementar la seguridad en un@ mism@, motivar la acción, aumentar la valentía, motivar a cuidar y fortalecer lazos sociales. La respuesta al estrés te ayuda a estar a la altura de las circunstancias, relacionarte con los demás y aprender y crecer.

El estrés te ayuda a estar a la altura de las circunstancias

Como mencioné líneas arriba, el estrés activa el SNS y esto produce un cambio drástico en el cuerpo: se liberan hormonas como la adrenalina, noradrenalina y cortisol, incrementa la tensión muscular, la circulación de la sangre se redirecciona hacia los músculos de las extremidades, se dilatan los bronquios, se incrementa la sensibilidad de los sentidos para estar más alerta, las contracciones del intestino se reducen, aumenta el ritmo cardíaco y la presión arterial. Cuando nuestra sobrevivencia está en peligro, esos cambios biológicos son muy agudos y activan la respuesta clásica de lucha o huida, pero cuando la situación es menos amenazante, el cerebro y el cuerpo pasan a un estado distinto: la respuesta de desafío.

Esta respuesta es necesaria e imprescindible ya que es la fuerza que nos activa a responder ante las demandas cambiantes del entorno, cumplir con nuestras tareas y alcanzar nuestros sueños. Los cambios biológicos que experimentas en esas circunstancias son síntomas de que tu cuerpo está movilizando toda su energía para que estés alerta y list@ para actuar. ¡Y esta es una buena noticia! porque es exactamente lo que necesitas para rendir al máximo. El estrés te da valor y te pone a la altura de las circunstancias.

De este estado de alerta se desprende un gran beneficio: el enfoque. Este es esencial por ejemplo para realizar una cirugía, resolver un problema o defenderte ante una injusticia. El estado de alerta te permite mantener la concentración, pero además estimula tu motivación con un coctel de endorfinas, adrenalina, testosterona y dopamina. Estas sustancias químicas aumentan tu sensación de seguridad y te impulsan a perseguir tus sueños. Seguro conoces a alguien que trabaja muy bien bajo presión (quizás tú mism@), o que disfruta del “subidón” de energía que da estar a punto de terminar un proyecto importante, tener que hacer una presentación en público o talvez subirse a una montaña rusa ¡Eso es estrés!

Sin ese estado de alerta, no hay enfoque. Esta reacción difiere de la respuesta de lucha o huida, nos hace sentir concentrad@s, pero no temeros@s. Se liberan proporciones distintas de hormonas del estrés, siendo mayores los niveles de DHEA ( McGONIGAL, Kelly).

El estrés te ayuda a relacionarte con los demás

Hace unos días, haciendo un viaje de La Paz a Santa Cruz pude observar y vivir la respuesta de “atender y amistar”. Ese día, el viento estaba muy fuerte, por lo que el avión se sacudió violentamente en varias oportunidades (cabe recalcar que tengo un miedo brutal a volar). La situación generó una reacción particular entre l@s pasajer@s (yo incluida), ante las sacudidas la gente buscaba conectar visualmente con otras personas, intentando calmar el susto propio y el ajeno, sonriendo, conectando, conversando con su prójimo. ¿Qué interesante? Nunca antes lo había notado.

El estrés nos motiva a relacionarnos con los demás, a ser más generos@s, a ser más empátic@s, a pedir ayuda. “En términos psicológicos, la primera reacción de una mujer al estrés es expresar una o más de sus cualidades femeninas, como interdependencia, confianza, sentimentalidad o actitud asistencial. En lugar de reaccionar con una respuesta de pelear o huir, como lo haría un hombre, su primer instinto ha sido denominado por los investigadores como “respuesta de atender y amistar”. Atender se refiere a cuidar o proteger a quienes necesitan ayuda, y amistar a buscar a otra persona para dar y recibir apoyo. Desde una perspectiva biológica, esta respuesta libera oxitocina y aumenta el estrógeno, reduciendo el estrés” (GRAY, John).

Este lado del estrés, que no es exclusivamente femenino, está principalmente determinado por la oxitocina, una neurohormona que afina las tendencias sociales del cerebro[viii]. Su principal función es desarrollar y fortalecer lazos sociales, se libera al abrazar, en el proceso de amamantamiento y también durante las relaciones sexuales. La oxitocina aumenta la empatía e intuición, haciéndonos más sensibles para percibir y comprender qué piensan y sienten los demás. Cuando el nivel de oxitocina es alto, tendemos a confiar más y a ayudar a quienes nos importan. Además, la oxitocina despierta los instintos de protección (GRAY, John), nos vuelve valientes. Piensa en una madre protegiendo a sus cachorros, por ejemplo.

“Cuando la oxitocina es liberada como parte de la reacción al estrés, nos alienta a relacionarnos con nuestra red de apoyo. Asimismo, refuerza nuestras relaciones más importantes, volviéndonos más sensibles a los demás… la respuesta de atender-y-amistar nos motiva a proteger a las personas y comunidades que nos importan. Y, sobre todo, nos da valor para conseguirlo” ( McGONIGAL, Kelly). Si cuando pasa algo malo lo primero que haces es pensar en tus hij@s, familiares, amig@s o incluso en tus mascotas, probablemente es tu respuesta al estrés alentándote a proteger a tu tribu.

El estrés te ayuda a aprender y crecer

La última etapa de toda respuesta al estrés es la recuperación, cuando el cuerpo y cerebro regresan a un estado de calma. El cuerpo secreta hormonas que contribuyen a la recuperación y se incrementa la neuroplasticidad para que el cerebro aprenda de la experiencia estresante. Como te comenté antes, el cuerpo tiene integrada en la respuesta al estrés las hormonas que le ayudan a recuperarse física y mentalmente.

Durante varias horas posteriores a una respuesta aguda al estrés las hormonas del estrés intensifican su actividad en regiones cerebrales que sostienen el aprendizaje y la memoria, para aprender de la experiencia. El repasar lo ocurrido varias veces en nuestra mente recordando lo que hicimos o imaginando lo que podríamos haber hecho y además, experimentar emociones encontradas como miedo, enojo, y a la vez alivio, o gratitud son herramientas que el cerebro usa para dar sentido a la experiencia. Estas herramientas nos alientan a reflexionar en lo sucedido y a extraer lecciones. El estrés pasado enseña al cerebro y al cuerpo a manejar el estrés futuro. Incluso se hipotetiza que soñar con estas situaciones es una forma que tiene nuestra mente de “ensayar” para prepararnos ante futuras situaciones demandantes (CASTAÑEDA, Pablo).

Los psicólogos llaman a esto inoculación de estrés y es una técnica que se usa en el entrenamiento de personal de emergencia, de atletas de alto rendimiento y otros individuos que deben desempeñarse en entornos muy estresantes[ix].

Estrés y sentido de vida

Y por último, algo que me parece muy importante es la relación que existe entre el estrés y el sentido o significado de tu vida. ¿Te acuerdas de la definición de estrés del principio? “Estrés es lo que surge cuando está en juego algo que te importa”. Nos estresamos cuando está en peligro algo que consideramos valioso y la respuesta de estrés nos ayuda a tomar acción, a hacer algo al respecto. La presencia del estrés es también señal de que tu vida está llena de actividades y/o relaciones importantes y significativas. ¡Que lindo! Esas sensaciones tan incómodas no son necesariamente síntomas de que todo está mal, son señal de lo significativa que es nuestra vida.

Los aspectos o etapas de vida más comúnmente vinculados con estrés son también los que más valor nos dan, las relaciones interpersonales, el trabajo, el matrimonio, la maternidad, los nuevos proyectos, entre otros. Incluso las experiencias más difíciles que atravesamos, son (o pueden ser) momentos de profundo crecimiento personal. Seguro has escuchado por lo menos una historia de personas que, luego de una enfermedad o una pérdida importante, han cambiado el rumbo y sentido de sus vidas.

Piensa en algún momento que haya impactado tu vida y que haya implicado crecimiento personal. ¿Hubo estrés de por medio?

En mi caso particular, el momento más difícil de mi vida fue cuando a mi mami le diagnosticaron cáncer y, poco tiempo después, falleció. El golpe y la desesperación fueron tan fuertes que hubieron días en los que, literalmente, me costaba levantarme. Pero lo cierto es que ese proceso tan doloroso, ha sido también un hito de crecimiento en mi vida, y en cierta forma, me ha dejado muchas bendiciones. Me dio la posibilidad de conectar con mi mamá a un nivel más profundo, de decirle todo lo que tenía en el corazón, lo esencial que ella fue en mi vida, lo agradecida que estoy con ella por el tiempo que compartimos. Me dio también la bendición de sentir el apoyo invaluable de mi familia, mis hermanos, mis tí@s, prim@s y de amig@s que en ningún momento soltaron mi corazón. Por último, me dio la posibilidad de descubrir fortalezas en mí que hasta entonces me eran desconocidas, de cambiar el rumbo de mi vida hacia un camino mucho más humano y significativo para mí.

Si miras con atención tu vida verás que detrás del estrés también hay experiencias que te han ayudado a crecer, desafíos de los que ahora te sientes orgullos@ y relaciones interpersonales que son pilares en tu vida. No te estresas por aspectos irrelevantes, una vida significativa implica también experimentar algo de tensión. La adversidad crea resiliencia y el trauma puede inspirar también crecimiento personal.

Esto no significa que todo evento traumático implique crecimiento, ni estoy tratando de minimizar el dolor o el impacto que pueden implicar dichos eventos en la vida de las personas. Lo que sí creo es que la adversidad nos hace descubrir que somos más fuertes de lo que pensamos. Decidir ver que, a partir de tu sufrimiento puede salir algo bueno, puede ayudarte a aprender y crecer.

Abordar el estrés de manera diferente, entendiéndolo como un proceso natural e incluso útil, genera también resultados diferentes en tu cuerpo. Es muy común pensar que para ser más felices o sanos tenemos que incorporar grandes cambios en nuestra vida, pero la verdad es que los proyectos importantes y trascendentes siempre empiezan en ideas, siempre empiezan con una creencia de que son posibles. Esta mentalidad de posibilidad no es magia, guía tus acciones e influye en tus resultados. Si te sientes atrapad@ en tus creencias sobre el estrés, la buena noticia es que puedes cambiarlas, ¿Qué tal empezar por lo menos a cuestionarlas?

 BIBLIOGRAFÍA

BARRIONUEVO, Edgar y MORENO, David, “Cuida tus hormonas. Claves para tu salud física y emocional”

CASTAÑEDA MARTÍN, Pablo «Guía para Dominar tu Descanso: Optimiza tu Sueño noche tras noche»

FRANKL, Viktor, “El hombre en busca de sentido”.

GRAY, John “Beyond mars and venus. Relationship Skills for Today’s Complex World”

McGONIGAL, Kelly, “The Upside of Stress: Why Stress Is Good for You, and How to Get Good at It”.

 

Escrito por Alejandra Navarro de Active Balance Life

[i] ▷ La inoculación al estrés, en qué consiste – PsicoActiva

[i] Hans Selye y sus ratas estresadas | Medicina Universitaria (elsevier.es)

[iii] La oxitocina provoca comportamientos sociales específicos : Neurología.com (neurologia.com)

[iv] Las actitudes negativas acerca del envejecimiento y la discriminación contra las personas mayores pueden afectar a su salud (who.int)

[v Glucose metabolism responds to perceived sugar intake more than actual sugar intake | Scientific Reports (nature.com)

[vi] Mind over milkshakes: mindsets, not just nutrients, determine ghrelin response – PubMed (nih.gov)

[vii] Reacción de lucha o huida – Wikipedia, la enciclopedia libre

[viii] [Study of the stress response: role of anxiety, cortisol and DHEAs] – PubMed (nih.gov)

[ix] Relationships among plasma dehydroepiandrosterone and dehydroepiandrosterone sulfate, cortisol, symptoms of dissociation, and objective performance in humans exposed to underwater navigation stress – PubMed (nih.gov)