Todos y todas hemos escuchado, y muy probablemente, hemos experimentado el famoso estrés, que muchas veces lo vemos tan grande que lo llamamos es4!. Casi siempre le hemos dado una connotación negativa porque lo vinculamos a síntomas de malestar físico y emocional. Sin embargo, el estrés como tal es la respuesta natural física o emocional de un organismo cuando requiere adaptarse o cambiar. Hace millones de años, el estrés era un sistema vital de advertencia que permitía a nuestros ancestros tener una respuesta de huida o pelea cuando aparecía un peligro inminente como un tigre. El cuerpo empezaba a bombear hormonas como el cortisol, adrenalina y noradrenalina que generaban reacciones como incremento del flujo sanguíneo hacia los músculos de nuestras extremidades, incremento de la presión sanguínea, ritmo cardíaco, nivel de glucosa en la sangre y grasas, con el fin de suministrar al cuerpo energía adicional. También, permitía una agudización de nuestros sentidos para poder focalizarnos más. En fin, sin esta respuesta, sencillamente la humanidad probablemente no hubiera sobrevivido.

Incluso, en la actualidad, niveles controlados y esporádicos de estrés pueden tener un impacto positivo importante en la productividad laboral, motivación para el logro de objetivo y adaptación para respuestas más eficientes, de igual manera, nos puede ayudar cuando nos enfrentamos a peligros externos como cuando alguien quiere robarnos o un auto está por atropellarnos. El problema acá es cuando el estrés se vuelve crónico, en esa situación, esta respuesta en la segregación de neurotransmisores que les contaba se vuelve constante y es ahí cuando el estrés ha sido vinculado a problemas de salud muy serios. Debilita el sistema inmunológico y genera inflamación crónica en el organismo la cual ha sido vinculada a fallas en la metabolización de vitaminas y minerales y en los procesos de desintoxicación por un lado, y al desarrollo de enfermedades crónico degenerativas como enfermedades cardiacas, diabetes y cáncer por el otro. Asimismo, está relacionado a cuadros de ansiedad y depresión, tiene un impacto negativo en las hormonas sexuales, genera acumulación de grasa alrededor del estómago, genera desbalances en la microbiota del intestino y daña el centro de la memoria del cerebro. Es más, incluso se ha dicho que el stress causa o empeora el 95% de las enfermedades!

Y claro, entonces aquí uno tendría razón en odiar al estrés y maldecirlo por existir! Pues déjame decirte que….. no! Y sabes por qué? Porque el estrés no está presente con el afán de molestarte sino de protegerte. El estrés crónico es un síntoma, existe porque tu cuerpo y tu mente quieren advertirte que algo no está bien, algo debe cambiar. Es momento de darte la oportunidad de identificar y afrontar las causas de tu estrés crónico. Parecería que el estrés crónico está cumpliendo un rol muy similar al estrés agudo de la época de nuestros ancestros como sistema de advertencia no? Es que nuestro organismo es así de maravilloso! Siempre pero siempre hará todo lo posible por sobrevivir y estar sano, solo debemos saber escucharlo y actuar. Queremos que las sensaciones que genera el estrés desaparezcan pero no sin lidiar con las causas, de otra manera eventualmente esas sensaciones u otras similares volverán como lenguaje del estrés.

Bien entonces déjame ayudarte con 4 pasos que podrías dar para empezar este camino:

Paso 1: Cámbiale el rostro al estrés

Piensa en el estrés como un amigo, ponle un rostro agradable, piensa en él como alguien que quiere ayudarte pero no sabe otra forma de hacerlo más que con los síntomas que te genera. Ponlo al frente tuyo, no le tengas miedo, no huyas, no lo odies o ignores, simplemente ábrete para iniciar una conversación con él.

Paso 2: Ten una conversación con el estrés e identifica la fuente (conciencia)

Empieza preguntándole por qué está ahí, qué en tu vida está causando que lo sientas. Comienza a identificar los componentes uno a uno hasta que llegues a la causa, a veces hay más de una sola causa. Deja de lado las excusas, los miedos, los juzgamientos, simplemente identifica (puedes ayudarte escribiendo en un papel) los qués y hazlo abierta y honestamente.

Paso 3: Conéctate con tu positivismo y agradecimiento (apreciación)

Antes de dar el siguiente paso, tomate un momento para conectarte con tu positivismo, curiosidad y gratitud. Esto puedes lograrlo pensando en algo o alguien a quien aprecias o con el/la que has tenido una linda experiencia. También puedes hacer un ejercicio de respiración unos minutos y agradece por todo lo que eres y tienes, enfócate en las cosas grandes y pequeñas. Cierra los ojos y físicamente siente ese estado de positivismo y agradecimiento. Con esta nueva actitud pasamos al paso final

Paso 4: Organiza, prioriza y decide (ajuste)

Bien, ahora empieza a organizar los componentes que identificaste en el paso 2. Cuáles son los que más estrés te generan? Ordénalos. Ahora quiero que vayas un paso más de los qués a los por qués. Por qué crees que te generen estrés? Estás dedicando tu tiempo y esfuerzo a lo que más te importa? Existe coherencia entre lo que haces y lo que crees?. En base a estas últimas respuestas, revisa nuevamente la lista y el orden de los componentes y has ajustes si ves necesario.

Ahora pregúntate con cuál de esos componentes es más factible que puedas lidiar en el corto plazo? Dónde puedes dar pequeños pasos de control personal hacia un mejor balance entre demanda/capacidad de respuesta? Prioriza aquellos aspectos con los que vas a trabajar en la siguiente semana, luego en el siguiente mes y en los siguientes 3 meses, y has una pequeña lista de los pasos que tienes que dar para lidiar con esos componentes. Pero nunca dejes de tener el norte claro, la causa, eventualmente de una u otra manera tendrás que lidiar con ella. Si vas paso a pasito será más fácil porque irás debilitando las raíces de la causa. Empieza lo antes posible! Revisa tu lista cada cierto tiempo, ajústala y si crees que es necesario vuelve a dar los 4 pasos. Sigue adelante, que pa tras ni pal impulso!